¡¡¡Primeras clases!!!

¡Cuántos nervios!. Primera práctica como docente real. Haciéndonos cargo de parte de sus aprendizajes.
¿Cómo dar los contenidos?¿Cómo pensar las actividades?¿Nos iban a responder lo que preguntamos?¿Y si nadie participa?¿Y si nos preguntan algo que no sabemos?¿Qué hacemos si nos sobra tiempo?¿y si me quedo en blanco? ¡Vos ayudame por favor, apoyémonos!¡Si ves que me quedo en blanco tirame algo!
Cuántas preguntas, cuántas dudas, cuántas incertidumbres. Esas fueron algunas de las preguntas que me hacía, algunas de las cosas que le decía a mi compañera. ¡Por favor ayudame!, apoyandome en ella, no sintiéndome sola en esta actividad que para mí era tan difícil. Empezamos la clase, y al principio otra vez aparecieron los nervios, la transpiración en las manos, el temblor en todo el cuerpo. Pensando muchas cosas a la vez. Poder moverme en el aula, el tono fuerte, pero no tan fuerte, pausado, ser clara, hacer preguntas para que participen. Un montón de pensamientos que fueron instalándose en mí a través de esta formación, al mismo tiempo que pensar en lo teórico que estaba diciendo.
Hasta que me fui soltando, fui viendo que al grupo lo maneja uno como docente. Que nosotras como docentes, podemos hacer que ellos participen. Nosotras podemos ver cuáles son sus motivaciones y de qué manera pedirles participación. 
La primer clase la hicimos con un video y luego un power point, para introducir el tema de adolescencia. Estuvo buena pero quedó muy expositiva. Si bien vi que participó bastante gente, en comparación con lo que venía observando, puedo pensar que no fue muy dialogada. De todas formas me sentí muy contenta con la devolución de los chicos acercándose al final de la clase para felicitarnos y decirnos que estuvo buenísima ya que por lo general no ven videos .
La segunda clase llevamos un caso de anorexia y bulimia para continuar con la adolescencia. Esa clase estuvo buenísima. Dio para debate, dio para opiniones y empecé a ver que a través de una actividad así ellos mismos pudieron empezar a acercarse, conversar, ponerse de acuerdo.
Por último, la última clase. Pensamos mucho las actividades. Se nos hacía muy difícil pero no por el contenido sino que había tanto para hablar que me costó delimitar el contenido para referirnos a lo específico del texto proporcionado por la docente. Adolescencia en la posmodernidad. ¡Cuántos cambios que había para hablar!. Pensamos una actividad en donde ellos se puedan ubicar como adolescentes en la modernidad y en la posmodernidad.
La última clase me sentí muy cómoda, ya habia mucha más confianza con los alumnos, pudimos hacer un diálogo, un ida y vuelta de opiniones, de contenidos. Empezaron a participar muchos más, y gente que no habíamos escuchado en las clases anteriores. El tema daba para conversar mucho y los chicos estaban super motivados. Así que terminé muy contenta, porque pudimos lograr esta unión en ellos, aunque sea en las actividades, para pensar diferentes situaciones, diferentes ejemplos, diferentes posturas.

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